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Ha estado en el ojo del huracán por el “caso De Juana”, el episodio más crítico que ha vivido desde que está al frente de Prisiones, y con el que dice que se ha hecho mucha demagogia política. Asegura que los presos de ETA apoyaron en su día la declaración de alto el fuego, y que tras el atentado de Barajas están desconcertados.

Fuente: tiempo de hoy

A usted le toca tomar el pulso a los presos de ETA, lo cual tiene una enorme importancia a la hora de tomar decisiones políticas. ¿Cómo han reaccionado a la ruptura del alto el fuego?
Los presos de ETA son objeto de seguimiento permanente. Se trata de un colectivo que no es uniforme, con reclusos de diferentes épocas y condenas dispares, lo que hace muy difícil hablar de una posición común. Cuando la banda decretó el alto el fuego hicimos una prospección y llegamos a la conclusión de que estaban de acuerdo; no hubo contestación interna. Ahora, la ruptura de la tregua ha provocado desconcierto.

¿Ha habido críticas en las prisiones?
No nos podemos engañar, los presos de ETA saben que tenemos intervenidas sus comunicaciones y que escuchamos lo que dicen, y no creo que lo que oímos sea representativo de su opinión. Es difícil que las personas que forman parte de un colectivo hagan críticas muy explícitas de éste. Digamos que la ruptura no ha provocado entusiasmo entre los presos.

¿Son partidarios del fin de la violencia?
No tengo constancia de que los presos de ETA como colectivo se hayan desmarcado de la organización. Están a la expectativa.

La desarticulación en el País Vasco de un incipiente “comando Donosti” no invita al optimismo. Da la impresión de que ETA prepara una posible vuelta a las armas de la tregua.
El Gobierno es bastante realista en este terreno y sabe que mientras exista una organización armada existe un riesgo. Nadie en el Ministerio del Interior ha creído que hubiese razones para bajar la guardia.

La huelga de hambre de Ignacio de Juana Chaos ha sido un factor de distorsión del proceso de paz. Desde el Ministerio del Interior se reiteró que la misma era una iniciativa personal que no tenía el apoyo de la banda. ¿De qué datos disponían para asegurarlo?
Era algo evidente. De Juana se puso en huelga de hambre para protestar por su situación penal y penitenciaria. No lo hizo como parte de una estrategia colectiva. En el sistema penitenciario hay mucha gente que adopta medidas de este tipo, que se autolesiona o intenta suicidarse para rebelarse contra algo que no le gusta. Lo singular en el caso de De Juana ha sido la persistencia en su actitud, hasta el punto de hacer peligrar su vida.

Uno de los artículos por los que fue condenado se titula “Gallizo”. ¿Se sintió amenazada?
Aquel artículo recogía una sarta de injurias hacia personas que forman parte del sistema penitenciario que me pareció intolerable y lo remití a la Audiencia Nacional, pero no soy quien para determinar si encerraba amenazas.

No le pregunto si del artículo podía deducirse un delito de amenazas, sino si personalmente se sintió en peligro.
Cuando alguien tiene un nivel de responsabilidad tan complejo como es dirigir esta institución se tiene que situar al margen de la sensación subjetiva de inseguridad o de riesgo. Hay puestos que son de riesgo por definición y no puedes plantearte si es mayor o menor porque alguien hable de ti. Creo que forma parte de mi trabajo y procuro que me afecte lo mínimo.

Si la decisión de concederle la prisión atenuada se tomó por razones de salud, ¿volverá a prisión una vez que el hospital le dé el alta?
Vamos a ver, en este caso estamos ante una persona que tiene una condena de tres años, independiente de su condena por 25 asesinatos, que ya cumplió. A veces se mezclan todas las cosas y conviene aclarar que a personas con penas tan reducidas se las suele clasificar en segundo grado o incluso en tercero desde el mismo momento en que empieza su cumplimiento. En el caso de De Juana, además, había unos informes médicos que decían que podía morir o sufrir graves secuelas, independientemente de que el peligro fuese consecuencia de una huelga de hambre voluntaria. Ésas fueron las razones por las que se decidió que tuviera un régimen de cumplimiento que le permitiera recuperar la salud. Su situación se revisará en su momento y se tomará la decisión que proceda a la vista de las circunstancias.

Deduzco que le van a clasificar en tercer grado o le darán la libertad condicional.
Pues no cabe deducir eso ni lo contrario. En su momento la Junta de Tratamiento de la prisión valorará la situación. Yo no prejuzgo.

Entonces tampoco descarta que vuelva a prisión.
No descarto nada. La Junta tomará su decisión y esta dirección general la ratificará o no.

La gente no ha entendido la decisión. ¿Han fallado a la hora de explicarla?
Vivimos en un mundo muy condicionado por la manera de contar las cosas y con el caso De Juana se ha hecho mucha demagogia política. Se ha llegado a decir, y no en una conversación de bar, sino en el Parlamento, que le habíamos aplicado beneficios penitenciario al autor de 25 asesinatos, cuando quien lo dijo sabía perfectamente que ni estaba cumpliendo condena por esos 25 asesinatos ni nosotros le hemos aplicado beneficio alguno. Es pura demagogia que confunde a los ciudadanos.

Antes de que ETA rompiera la tregua estaba previsto el acercamiento de seis presos gravemente enfermos a cárceles del País Vasco. ¿Se va a producir ese traslado o han decidido posponerlo dadas las circunstancias?
Niego la mayor. Hay traslados de manera habitual por diversas razones, entre otras de enfermedad grave, que se aplican a todos los presos, terroristas o no, y que no tienen que ver con que ETA esté o no en tregua. Es un principio.

¿Y hay algún preso de ETA en esa situación?
Hay muchas personas enfermas de todas las tipologías delictivas y su problema se aborda con humanidad y sin criterios predeterminados.

Tras los atentados del 11-M se detectó la existencia de líderes radicales que adoctrinaban a presos comunes de origen musulmán para captarlos una vez que salieran de prisión. ¿Qué han hecho para evitarlo?
No fue tras los atentados del 11-M, fue bastante antes. En España ha habido conciencia de que algunas personas estaban influyendo con ideas radicales sobre otras que provenían de ambientes marginales y con pocos recursos desde antes del 11-M, y se tomaron medidas en algunas cárceles. Luego, tras los atentados se aplicó una dispersión similar a la de los presos de ETA, además de medidas de seguimiento directo y control de sus comunicaciones, que hasta ese momento no se hacía porque no había traductores de árabe. Se grababan algunas conversaciones pero ni se traducían ni se conservaban. Yo intenté recuperar algunas de personas implicadas en los atentados del 11-M que habían estado antes en prisión, pero se habían borrado. Nos hemos perdido una información extraordinaria. Actualmente hay 155 presos por delitos de terrorismo islámico, pero tenemos a muchos más en observación porque pueden estar relacionados con estas redes.

Cada vez hay más presos, y eso no es síntoma de una sociedad saludable.
Pero tampoco de lo contrario. Somos uno de los países con menor índice de delincuencia que, además, tiene un crecimiento anual muy pequeño. Pese a ello somos el país europeo de nuestro entorno con mayor número de presos, 65.000 en este momento. Esta aparente contradicción se explica por el endurecimiento de las leyes, que han alargado la estancia en prisión, y por el incremento de la población reclusa extranjera, que representa un 32% del total. Esto no significa que delincan más, sino que tienen más dificultades para acceder a la libertad provisional o al tercer grado. En muchos casos no tienen familia ni arraigo y los jueces son reticentes a atenuar su situación penitenciaria.

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