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El hacinamiento es la peor terapia para rehabilitar presos

La política penitenciaria en España, ésa que asume el ministro leonés José Antonio Alonso, como titular de Interior, resulta de lo más contradictoria e incluso falaz.

Fuente: El Mundo

Y un ejemplo inequívoco de las pretensiones rehabilitadoras que naufragan por inaceptables carencias lo ofrece la macrocárcel de Mansilla de las Mulas, uno de esos almacenes de presos que proliferan por Castilla y León.

De un lado, el Gobierno central proyecta la deslumbrante idea de modernas instalaciones, avances en la atención psicológica, modelos de rehabilitación, derechos carcelarios e iniciativas de lo más singulares para crear un simulacro de vida social en el interior del centro penitenciario.

Pero en el lado de las sombras, lejos del escaparate político, aparece el mismo endémico problema, el hacinamiento espacial de presos, la masificación en el trato y en la rehabilitación de los convictos, los crecientes problemas de convivencia en macrocárceles que reúnen a personas de hasta 70 nacionalidades distintas, las carencias de personal para mantener la seguridad de las penitenciarías, el denominador común de las drogas y el más siniestro de los fanatismos: el terrorismo, que ahora adopta la doble versión de etarra o islamista.

Escaso valor y menor eficacia pueden adquirir las ya de por sí dudosas propuestas destinadas innovadores modelos de rehabilitación y reinserción, cuando un principio tan elemental y necesario como es el espacio es sistemáticamente vulnerado. Villahierro está al 150% de su capacidad, con 1.515 internos, sufre problemas de personal funcionario y es un cóctel de culturas y países, como tantos otros macrodepósitos de presos.

Ese no es el camino ni para volver a ser hombres libres ni para crear una sociedad más segura.

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