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Nueve años por llevar droga a prisión

Casi doscientos reclusos participan en los programas de reinserción y reeducación que desarrolla Adhex en las cárceles extremeñas 430 presos estudian en las aulas permanentes de adultos.

Fuente: SUR Digit@l

Las cárceles, en ocasiones, además de una privación de libertad, pueden convertirse en una parada estacional donde muchos reclusos buscan su segunda oportunidad. Para llegar a ella, existen puntos intermedios como las aulas de educación permanentes de adultos de las prisiones y los programas y talleres de reinserción social.

En Extremadura, más de un tercio de la población reclusa, 430 internos, asiste a las clases de las escuelas de los centros penitenciarios de Badajoz y Cáceres. 240 internos de Badajoz y 190 de Cáceres cogen cada día los libros en alguno de los cinco niveles de formación que se pueden cursar en los centros penitenciarios.

Esta oferta hace que los reclusos puedan recibir desde un curso de alfabetización hasta preparación universitaria, pasando por la formación profesional o la educación secundaria.

Aunque en todos los cursos existen alumnos matriculados, la clase más concurrida es la de alfabetización. En el centro penitenciario de Badajoz, 110 internos están aprovechando su pena para aprender a leer y a escribir. En Cáceres lo hacen 55, gracias al apoyo de los maestros del centro.

El nivel dos, que equivale a cuarto y quinto de primaria, lo estudian 154 reclusos, 80 en Badajoz y 70 en Cáceres. Más minoritario es el número de matriculaciones en estudios superiores. Apenas llegan a la veintena los que se esfuerzan por sacar adelante sus estudios universitarios o de bachillerato.

Para llegar con éxito a final de curso los estudiantes cuentan con el apoyo de 15 maestros - ocho en Cáceres y siete en Badajoz- que ejercitan su función docente en el interior de las prisiones. José María Fuentes, maestro en el centro de Cáceres, destaca la motivación y el entusiasmo «casi generalizado» de todos los internos por aprender.

Reconoce el «agradecimiento continuo» que muestran los reclusos con los maestros. Según Fuentes, la escuela sigue una «educación en valores» que traspasa los criterios puramente docentes, algo que permite clases enriquecedoras con continuos debates y discusiones entre los reclusos.

Los 17 años enseñando entre rejas -cuatro en Alcalá Meco y 13 en Cáceres- le hacen consciente de las dificultades que entraña enseñar a personas donde aprender a leer o a escribir puede ser el menor de sus problemas, aunque dice que su trabajo «no es muy diferente al que puede tener un profesor de adultos de la calle».

Su trato con los internos le ha salpicado de anécdotas y experiencias reconfortantes. La última la vivió hace unas semanas, cuando se encontró con un antiguo alumno que aprobó el graduado escolar en la cárcel y gracias a ello consiguió un trabajo de jardinero en el Canal de Isabel II. Situaciones como ésta le «recompensa tanto a nivel personal como profesional».

Pero no todas las historias tienen un final feliz. Cada preso, cada historia constituye un reto para la sociedad y para todos los que trabajan por la reinserción, sobre todo si se trata de reclusos extranjeros. Sin duda la situación de los inmigrantes es la que presenta mayores cotas de dificultad, ya que una vez que cumplen su pena, su situación es ilegal. Esta circunstancia desfavorece por completo las posibilidades de un reenganche sociolaboral.

El aumento de la población reclusa inmigrante en las cárceles hace que, por ejemplo, en el centro de Cáceres los cursos de alfabetización para extranjeros estén sujetos a listas de espera.

Muy similar a la experiencia que vive Jose María Fuentes en el centro de Cáceres es la de Marisol Acuviña en Badajoz, una maestra con más de veinte años de experiencia docente con presos. Coincide con su compañero de Cáceres en el aspecto amable y agradecido de los alumnos y el carácter ameno de las clases.

Cuando mira por su particular espejo retrovisor verifica el cambio que se ha producido en las escuelas de las prisiones. «Hoy tenemos prácticamente un equipamiento similar al de cualquier colegio de adultos, antes apenas contábamos con libretas para todos».

En estos momentos la principal demanda que pide es que los alumnos puedan contar con Internet, una exigencia a la que también se suman desde el centro de Cáceres.

Sin embargo, las actividades educativas en los centros penitenciarios no se quedan únicamente en la escuela. Multitud de oenegés realizan actividades formativas y culturales además de desarrollar proyectos y programas sociales que facilitan la vida entre rejas y hacen que la reinserción no sea una quimera que se va por el desagüe.

La Asociación de derechos humanos de Extremadura, Adhex, trabaja en el interior de las prisiones extremeñas a través de programas como el de 'Prevención de exclusión social para reclusos de centros penitenciarios extremeños' o el proyecto 'Ventana', que beneficia en estos momentos casi a doscientos internos.

En muchos casos la mayoría de estas actividades están subvencionadas por las administraciones públicas. El objetivo que persiguen es rehabilitar y reinsertar en la sociedad a quienes han delinquido, una reinserción que comienza en el propio centro penitenciario.

Su filosofía nace del artículo 1 de la Ley General de Penitenciaría, donde se establece que «Las Instituciones Penitenciarias» tienen como fin primordial «la reeducación y la reinserción social de los sentenciados a penas y medidas penales privativas de liberta».

Partiendo de esta idea, esta asociación trabaja en cuestiones como las habilidades sociales, la búsqueda de empleo y el acceso a la cultura de los presos en las mismas condiciones que en el exterior, para que la privación de libertad no signifique una privación de desarrollo social y cultural.

En sus programas trabajan de forma individualizada mediante entrevistas personales que realizan los educadores a los reclusos para tener un contacto permanente con cada preso, complementando así la labor de los psicólogos y los trabajadores sociales de la propia cárcel.

El trabajo de Adhex se desdobla en una doble vía, por un lado mejorar las condiciones de vida de los internos cuando están cumpliendo su pena, y por otro, ayudar en la vuelta a la sociedad una vez que se han cumplido para evitar la reincidencia.

Pero, para que el reencuentro con la sociedad tenga un final feliz, no sólo vale con el camino recorrido por el interno en la escuelas o en los proyectos de integración, a su paso también debe salir la sociedad, que debe proporcionale una respuesta acogedora a sus intentos de reinserción. La experiencia de algunos educadores de Adhex relatadas a HOY muestra que en la mayoría de ocasiones la sociedad está muda, no hay respuesta.

Sostienen que hay muchas dificultades para encontrar empresas dispuestas a participar en procesos de reinserción.

Tercer grado

Los más proclives a participar en las actividades lúdicas y formativas son los presos que están más cerca de conseguir la libertad, los reclusos que gozan de un tercer grado. Al disfrutar de esta situación son también los más próximos a la reinserción, ya que realizan alguna actividad o trabajo fuera de la prisión, cosa fundamental en un proceso de reeducación.

Tanto los presos en tercer grado como los próximos a él se encuentran en los centros penitenciarios valores como la responsabilidad, y el respeto a los demás. Dos aspectos esenciales y que se debe en gran parte a las ofertas educativas y culturales.

Según Marisol Acuviña, del centro de Badajoz, en la última visita la directora general de Instituciones Penitenciarias reconoció que el Plan Cultural que se desarrolla en el centro de Badajoz está por encima de la media del que se ejecuta en otras prisiones.

En Adhex son consciente de la importancia del trabajo que se viene desarrollando, pero creen que todavía se puede hacer más para mejorar las condiciones de los privados de libertad. Por eso reclaman más programas específicos de rehabilitación de presos en función de las condena.

Por ejemplo que un condenado por maltrato pueda beneficiarse en la cárcel de una terapia de recuperación, para que el cumplimiento de la pena sea también una forma de reeducación.

En definitiva, de lo que se trata es de preocuparse porque las prisiones también sean un lugar donde conseguir una segunda oportunidad para todos aquellos que quieran buscarla.

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